qué triste es deambular con los silencios
cuando la noche apaga los relojes
y los espejos guardan en el frío
más frío de su entraña las verdades

es la palabra impronunciada un hueso
cruzado en la garganta
un equipaje
de otoños ultrajados que se clava
infinitado en sombras
infinito

tiene la noche vocación de bruja
cuando en silencios se abre

no obstante llega el día cuando debe
y pone en su lugar los meridianos
del alma y desayuna con nosotros
un sol que se duplica

qué derroche
de gratitud respira si el pan cruje
sobre la mesa si las manos andan
por la rutina ágiles despiertas
y alguien nos dice en el oído "vamos"

el día escande su ambición de flecha
cuando nos prende un beso en la solapa

 

Sólo es una voz profunda y madurada
entre soles añejos de tragaluz brillante.
Sólo es un aire de ventanilla abierta
hacia la angulosa sinceridad del viento.

Alguna vez perdió la juventud en sus ojos
cuando inventaba mariposas sucias
para ganarle cielo a la ventana.
Sólo un color perdura en sus pupilas,
enredaderas junto al tren
empecinadamente lilas, suburbanas.

Se le fue el aire muriendo de a poquito
sin preguntarle nada,
entre largos ascensores,
con empleados competentes, de extremada corbata.
Subiendo hacia un tal vez, bajando hacia un quizás…
Se le murió allí. Sin nada.

Nunca podrá hablar del surco abierto
si se le vuelan palomas de empedrado,
invisibles de hollín sus alas blancas.
Nunca podrá hablar de lunas verdes
si se le cierra el horizonte en la otra cuadra
en su pequeño mundo de ocho horas exactas.

Tiene la vida pegada a una planilla
filosa de recuerdos
amarillos y deshilachados
que se le desgranan en un mediodía
de invierno sin moscas
y en un postergado día al aire libre.

Ay!, si pudieras decirte:
surco abierto, paloma, flor, amigo,
canción, luz, viento, simiente.

Tan sólo una voz... y un fichero.
Yo le dije al oído: -hoy es verano,
tan sólo hoy, porque mañana
nos podemos volver viejos, de repente-.

 

 

Un pobre infierno de cordura
intenta retener los pobres cálices
de mi vieja alegría.

Un dulce sepulcro de cimientos
propugnará el llanto. Nada sirve.

Alguien dirá que sangra el aire
y el rito del adiós esculpirá su curva
como un tacto caliente
en la herida de azúcar.

Un monstruo vertical, la despedida.