Un gesto atraviesa el espacio, hace nacer la forma.
La forma se entrama con el tiempo

Y lo extraño de nosotros nos danza.

Del temblor al estremecimiento los lugares surgen del espacio.
Giros y piruetas para descentrar al vértigo.
inhalación del movimiento en el pliegue.
Espasmo del dolor vertebrado en el arco de la angustia
en el latigazo del lamento.

Acariciar lo inefable.

Entrever en la extensión de la mano el roce de la piel de Dios.

Elevar los pies con la elocuente amplitud de la fe,
con el coraje del salto,
las diagonales del tedio que fuga,
las espirales de! asombro y la pasión,
el desafío de la dicha en el vértigo del infinito.

Planos y densidades en los torbellinos de la furia y el pánico,
languidez que cae haciendo lluvia en la tristeza...

Un cuerpo es el soporte... Un columpio entre cielo y tierra.
La excitación de un vacío que gravita en el crepúsculo.

 

"No reneguéis de la inmortalidad del alma"
Lautréamount

Si esas mariposas se resignaran de ir a direcciones tristes
Los bufones se dejarían tentar por las ventanas.
Si en silencio los trajes abrieran los cajones para cambiarse de ropa,
Detrás de los placares se liberarían, por fin, miles de fracasos rotos.
Los escombros cansados de ser ruinas suicidadas,
Los trenes yéndose lejos del amanecer, del placer, de la carne,
De la espera, de la tentación, del conventillo...
La sed ya no le mira la cara a la moneda.
Las manzanas caen del árbol y las marionetas siguen colgadas.
El cordero pide perdón por la metamorfosis en la que se ha convertido.
Y mientras los hilos coagulados de la sangre ruegan piedad a los ángeles.
Los enemigos ríen y confunden al destino.
Nadie regresa, si está tan lejos.

Cuando el juego incoherente de premisas repetidas
me invade a desgano sin ajustarse a mi voluntad,
me transformo en marioneta del tiempo
que se escurre traicionero
entre los límites de mi mente y mi alma,
absorbiéndome el cuerpo hacia un extraño letargo
donde el frío no me invade los huesos
y simplemente se guarece en mis ojos
congelando las imágenes que se reiteran,
fomentando la tortura de seguir percibiéndolas.
Si pudiera exorcizarme de este ángel sublime
con quien lucho en vano concertando batallas,
y lograra invocar al demonio
que un día me bautizó con su fuego,
cambiaría el orden de este mundo perfecto
por tormentas inciertas de algún cielo cualquiera,
y podría dejar que el aire que hoy me asfixia
me invadiera los poros pariendo sensaciones.
Es en este instante en que me desvelan otras ansias
cuando más deseo dormirme en mi lecho de excusas,
sin saber si mañana mis párpados
elevarán los motivos improvisados
para estrenar otra vida.

“Eternidad”
Juan CORONEL MALDONADO, de Rosario, pcia. de Santa Fe

“Adiós a la siesta”
Diego J. SÁNCHEZ NAVARRO, de Pilar, pcia. de Buenos Aires

“Ausencias”
María C. PANNUNZIO, de Lincoln, pcia. de Buenos Aires

“La balsa sagrada”
Elena I. GARRITANI, de Chivilcoy, pcia. de Buenos Aires

“Balbuceo”
Aldo VERCELLINO, de Chajarí, pcia. de Entre Ríos